sábado, 1 de agosto de 2020

01 de agosto SAN PEDRO AD VINCULA (EN CADENAS)

SAN PEDRO AD VINCULA
CADENAS LIBERTADORAS. — Roma, haciendo un dios del hombre que la había esclavizado, consagró el mes de Agosto a la memoria de César Augusto. Cuando Cristo la hubo libertado, colocó como monumento de su libertad reconquistada, a la cabeza del mismo mes, la fiesta de las cadenas que Pedro, Vicario de Cristo, había llevado para romper las suyas.
En un principio, la fiesta del 1 de Agosto fué la de la Dedicación de la Iglesia de San Pedro ad Vincula. El sacerdote Felipe, a su regreso del concillo de Efeso 0431) al que habia asistido como legado del Papa Sixto III, restauró, gracias a la liberalidad de la Emperatriz Eudoxla, su titulo, su Iglesia, que en adelante fué llamada el titulo de Eudoxia. Más no tardó en ser llamado igualmente título de San Pedro ad Vincula, a causa de las cadenas del apóstol San Pedro que se veneraban en Roma desde hacía largo tiempo. Esta reliquia, que presenta todos los títulos de autenticidad que pudieran desearse, está compuesta de dos elementos: uno de veintidós eslabones con un anillo para cerrarla, otro de once eslabones. La leyenda según la cual la cadena de Jerusalén soldóse milagrosamente con la de Roma, sólo data del siglo xiii y parece no deba concedérsele mucha importancia.
Sabiduría divina que imperas en este mes, no podías inaugurar más auténticamente tu imperio. Fuerza y dulzura conjugadas son el atributo de tus obras, y precisamente en la flaqueza de tus elegidos, triunfas de los poderosos. Tú mismo, para darnos la vida padeciste la muerte; para libertar la tierra que le estaba confiada, Simón, hijo de Juan, quedó cautivo. Primero Herodes, y Nerón después dieron a conocer el precio de la promesa que recibió en otra ocasión de atar y desatar lo mismo en la tierra que en los cielos; en cambio, debió tener el amor al Supremo Pastor hasta tal extremo que tenía, como El, que dejarse cargar de cadenas por su rebaño y ser llevado a donde El no quería. Cadenas gloriosas que nunca haréis temblar a los sucesores de Pedro, vosotras seréis ante los Herodes, los Nerones y los Césares de todos los tiempos, la garantía de la libertad de las almas. ¡Con cuánta veneración os honra el pueblo cristiano!
CADENAS DE PEDRO Y PABLO. — Los eslabones que habían sujetado los brazos del Doctor de las naciones, fueron también recogidos después de su martirio. Desde Antioquía, exclamaba San Juan Crisóstomo que deseaba ir a Roma para venerarlos: "¿Qué cosa más excelente que estas cadenas? Ser prisionero por Cristo es un título más glorioso que el de apóstol, evangelista o doctor. Estar atado por Cristo mejor es que habitar en los cielos; ocupar uno de los doce tronos es menor honor. Si alguno ama, ya me entiende. Mas ¿quién penetrará estas cosas como el coro santísimo de los apóstoles? Por lo que a mí toca, si se me diese a elegir entre estos hierros o el cielo entero, no dudaría un instante, pues en ellos está la dicha. Quisiera encontrarme ahora mismo en esos lugares donde dicen que se conservan todavía las cadenas de esos hombres admirables. Si me fuese dado el estar libre de cuidados, tener un poco más de salud, no titubearía un solo momento en emprender este viaje solamente para contemplar las cadenas de Pedro. Si se me dijese: ¿Quién preferirlas tú haber sido, el ángel que libertó a Pedro o Pedro encadenado?; yo preferiría mejor ser Pedro por causa de sus cadenas'".
La cadena de Pablo, siempre venerada en la augusta basílica que cubre su tumba, no ha sido objeto, sin embargo de ello, de una fiesta especial en la Iglesia como la de Pedro. Esta distinción fué debida a la preeminencia del que recibió solo la llave del Reino de los cielos, y que continúa él solo por medio de sus sucesores ligando y desligando en su soberanía. La colección de las cartas de San Gregorio Magno demuestran cómo en el siglo VI se había extendido universalmente el culto de las santas cadenas en tal manera, que el más rico presente que los Soberanos Pontífices tenían costumbre de ofrecer a las iglesias más insignes y a los príncipes a quienes querían honrar, eran unas pequeñas limaduras encerradas con llaves de oro o plata. Constantinopla, en una época imprecisa, estuvo también dotada de una porción de estas preciosas cadenas; fijó la fiesta de las mismas en el 6 de Enero exaltando con esta ocasión al Apóstol San Pedro como el ocupante de la primera Sede, fundamento de la fe y base inconmovible del dogma.
GLORIOSA CAUTIVIDAD. — "Mete tus pies en los cepos de la Sabiduría y tu cuello en su argolla, una vez cogida no la sueltes, porque al fln hallarás en ella tu descanso y tu gozo y serán para ti sus cepos defensa poderosa, y su argolla adorno glorioso y sus anillos la salvación. La Sabiduría encarnada aplicándote ella misma este oráculo, oh Príncipe de los Apóstoles, anunciaba que en testimonio de tu amor llegaría un día en el que tú conocerías, en efecto, la sujeción y las cadenas. La prueba, oh Pedro, ha sido contundente para esta Sabiduría eterna, que sabe calcular sus exigencias a la medida de su propio amor. Mas tú también la has hallado fiel: en los días del temible combate, en el que quiso mostrar su poder en tu debilidad, no te abandonó ella en los hierros; en sus brazos dormías tú un sueño tan sosegado en la prisión de Herodes; contigo descendió al calabozo de Nerón allá te tuvo cual flel compañera hasta el momento en que, sometiendo los perseguidores al oprimido, colocó el cetro en tus manos y la triple corona sobre tu frente.
SÚPLICA POR LA LIBERACIÓN. — Desde el trono en que te sientas junto al Hijo de Dios en los cielos porque acá en la tierra seguístele en la angustia y el dolor, desata nuestras cadenas que, por desgracia, no son gloriosas como las tuyas. Rompe los grillos del pecado que nos sujetan a Satanás, estas ligaduras de todas las pasiones que nos impiden emprender el vuelo hacia Dios. El mundo, hoy más que nunca, esclavizado en la golosina de su errónea libertad que le ha hecho olvidar la verdadera, tiene más necesidad de la liberación que en el tiempo de los Césares paganos. Sé, pues, tú, su libertador, tú que únicamente puedes serlo. Sobre todo, sea Roma la que experimente la virtud de emancipación que reside en tus cadenas, pues ha caído ella más bajo por haber sido precipitada desde mayor altura; ellas han venido a ser como una señal para reconocerse sus fieles en las pruebas postreras. Cumple aquello que dijeron antiguamente sus poetas: "rodeada de cadenas siempre será ella libre".

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