lunes, 23 de marzo de 2020

LUNES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA (Con sus Nocturnos)



La Estación se celebra en la antigua Iglesia llamada de los Cuatro Coronados, es decir de los Santos Mártires, Severo, Severiano, Carpóforo y Victorino que murieron en la persecución de Diocleciano. Sus cuerpos descansan en este santuario que se honra también de poseer la cabeza del gran mártir S. Sebastián.
COLECTA
Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, al celebrar con anual devoción esta sagrada, abstinencia, te agrademos con el cuerpo y con el alma. Por el Señor.
EPÍSTOLA
Lección del libro de los reyes.
En aquellos días fueron dos mujeres rameras al Rey Salomón, y se plantaron delante de él, y dijo una de ellas: ¡Ah, señor mío! Yo y esta mujer habitábamos en una casa, y yo parí junto a ella en la habitación. Y, al tercer día, después que parí yo, parió también ésta: y estábamos juntas, y no había nadie más con nosotras en la casa, excepto nosotras dos. Y murió el hijo de esta mujer una noche, porque, mientras dormía, lo ahogó. Y, levantándose a media noche, quitó mi hijo de mi lado y lo puso en su seno: y su hijo, que estaba muerto, lo puso en mi seno. Y, cuando me levanté por la mañana, para dar el pecho a mi hijo, apareció muerto; pero, examinándolo con más diligencia a la clara luz, reconocí que no era el mío, el que yo engendrara. Y respondió la otra mujer: No es así como dices, sino que tu hijo murió, y el mío vive. Por el contrario, ella decía: Mientes: porque mi hijo vive, y tu hijo murió. Y de este modo altercaban ante el rey. Entonces dijo el rey: Esta dice: Mi hijo vive, y tu hijo murió. Y ésta responde: No, sino que tu hijo murió, y el mío vive. Dijo, pues, el rey: Traedme una espada. Y, cuando presentaron la espada ante el rey: Dividid, dijo, el niño vivo en dos partes, y dad media parte a una, y media parte a otra. Entonces dijo la mujer, cuyo hijo estaba vivo delante del rey (porque se conmovieron sus entrañas por su hijo): ¡Por favor, señor! ¡Dadle a ella el niño vivo, y no lo matéis! Por el contrario, la otra decía: No sea ni para mí, ni para ti; sino que se divida. Respondió el rey, y dijo: Dadle a aquélla el niño vivo, y no se le mate: porque ella es su madre. Oyó, pues, todo Israel el juicio, que había hecho el rey, y temieron al rey, viendo que la sabiduría de Dios estaba en él para hacer justicia.
NUESTRA MADRE LA IGLESIA. — S. Pablo nos explicaba en la Epístola de la Misa de ayer el antagonismo de la Sinagoga y la Iglesia y cómo el hijo de Agar persigue al hijo de Sara, a quien ha preferido el Padre de familia. Hoy, estas dos mujeres que comparecen ante Salomón nos recuerdan esta misma idea. Se disputan un hijo; este hijo representa a la Gentilidad que comien
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Juan .
En aquel tiempo, estaba cerca la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén: y encontró en el templo a los que vendían bueyes, y ovejas, y palomas, y a los cambistas sentados. Y, haciendo como un azote de cuerdas, los arrojó a todos del templo, y también las ovejas, y los bueyes, y derramó el dinero de los cambistas, y derribó las mesas. Y, a los que vendíanpalomas, les dijo: Quitad esto de aquí, y no hagáis de la casa de mi Padre una casa de negocios. Y recordaron sus discípulos que estaba escrito: El celo de tu casa me comió. Pero respondieron los judíos, y dijeron: ¿Qué pruebas nos das, para poder hacer esto? Respondió Jesús, y dijo: Destruid este templo, y en tres días lo reedificaré. Dijéronle entonces los judíos: En cuarenta y seis años fué edificado este templo: ¿y tú lo reedificarás en tres días? Pero El lo decía del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó de entre los muertos, recordaron sus discípulos esto que había dicho, y creyeron en la Escritura, y en las palabras que dijo Jesús. Y, cuando estuvo en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre, viendo los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos, y porque no necesitaba que nadie le diera testimonio de hombre alguno: pues El mismo sabía lo que hay en el hombre.
EL ALMA TEMPLO DE DIOS. — El martes de la primera semana vimos ya cómo el Señor arrojó a los vendedores del templo. La Iglesia insiste sobre este hecho en la Cuaresma, porque nos presenta la severidad que usa Jesucristo con el alma, dominada por las pasiones terrenas. ¿Pues qué son nuestras almas sino el templo de Dios? Las ha creado y santificado para que sean su morada y por tanto quiere que todo sea digno de este sublime destino que se las ha dado. En estos días en que examinamos nuestras almas, ¿cuántos vendedores profanos vemos que habitan en la casa del Señor? Expulsémoles cuanto antes; pidamos al Señor que también El los arroje con el. látigo de su justicia. Pronto llega el día de obtener el perdón; vigilemos para hacernos libre de recibirlo. CONVERSIÓN PROFUNDA. — ¿Nos hemos Ajado en lo que dice el Evangelio de aquellos judíos, que más sinceros que los demás, creyeron en El, a causa de los milagros que le veían obrar? Y sin embargo Jesús no se fiaba de ellos porque los conocía muy bien a todos. Hay hombres que hasta llegan a creer, a reconocer a Cristo, sin que esto sea motivo para que su corazón se cambie. ¡Oh corazón duro del hombre! ¡Oh cruel congoja para la conciencia de los ministros de la salvación! Hay pecadores, gente del mundo, que en estos días se acercan al tribunal de la penitencia; creen, confiesan sus pecados; y la Iglesia no se fía de su arrepentimiento. Ya sabe que, poco después de la Comunión Pascual, se convertirán en lo que eran el día que se les impuso la ceniza de penitencia; tiembla al pensar en el peligro que estas almas, divididas entre Dios y el mundo, incurren recibiendo sin preparación, sin conversión sincera al Santo de los santos; por otra parte, se acuerda de que está escrito que no hay que apagar la mecha que aun humea, ni de acabar de romper la caña ya nacida '. Roguemos por estas almas cuya suerte es tan inquietante y pidamos para los pastores de la Iglesia algunos rayos de esta luz en que Jesús conocía todo ¡o que había en el hombre
ORACIÓN
Humillad vuestras cabezas a Dios.
Suplicámoste, Señor, escuches benigno nuestros ruegos: y, a los que les concedes el deseo de pedir, dales el auxilio de tu protección. Por el Señor.
Fuente:Año Litúrgico - Dom Prospero Gueranger


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