LAS FIESTAS DE LOS ÁNGELES. — Hasta aquí no hemos encontrado ninguna fiesta consagrada a honrar a los Santos Angeles; más en medio de los resplandores de la noche de Navidad unimos ya nuestras voces a los conciertos de los espíritus celestiales sobre la cuna del Emmanuel. Este recuerdo viene a invadir con dulce alegría nuestro corazón, entristecido por la penitencia y por la aproximación de la muerte del Redentor. Hoy damos como una especie de tregua a los severos pensamientos de la Cuaresma, para festejar al Arcángel San Gabriel. Mañana, le veremos descender a la tierra como celeste embajador de la Santísima Trinidad cerca de la más pura de las Vírgenes; con toda razón los hijos de la Iglesia se recomiendan a él para aprender a celebrar dignamente aquel misterio cuyo mensajero fué.
LA DIGNIDAD DE SAN GABRIEL. — Gabriel pertenece a las más altas jerarquías de los espíritus angélicos; está delante de la faz de Dios como él mismo se lo dijo a Zacarías '. A él le están reservadas las misiones que conciernen la salud de los hombres por la Encarnación del Verbo, ya que, en este misterio tan humilde en apariencia, es donde se muestra principalmente la fuerza de Dios; pues el nombre de Gabriel significa: "Fuerza de Dios."
SU PAPEL EN EL ANTIGUO TESTAMENTO. Ya en el Antiguo Testamento el Arcángel se manifestó como en un preludio de su misión. Le vimos manifestarse en primer lugar a Daniel, después de la visión que este profeta tuvo sobre los dos imperios de los persas y de los griegos; y tal fué el resplandor con que brillaba, que Daniel tuvo que caer a sus pies como desmayado'. Poco después Gabriel vuelve a aparecerse al mismo profeta para anunciarle el tiempo preciso de la venida del Mesías: dentro de setenta semanas de años, le dice, la tierra verá al Cristo-Rey.
EN EL TEMPLO... Una vez que ha llegado la plenitud de los tiempos, y que el cielo ha resuelto que nazca el último de los profetas, aquel que, después de haber advertido a los hombres la próxima manifestación del divino Enviado, debe anunciarle al pueblo como "El Cordero de Dios que quita los pecados del mundo", Gabriel baja del cielo al templo de Jerusalén y profetiza al sacerdote Zacarías el nacimiento de San Juan Bautista, preludio a su vez, del de Jesús.
EN NAZARET... — Después de seis meses el Santo Arcángel volvía a aparecer sobre la tierra, en la villa de Nazaret. Trae del cielo la grande nueva: Su naturaleza celestial se inclina delante de una hija de los hombres; viene a proponer a María de parte de Dios, el honor de ser la madre del Verbo eterno. Recibe el consentimiento de la Virgen y, al abandonar la tierra, la deja en posesión de Aquel a quien ella esperaba como "El rocío del cielo".
EN BELÉN. .. — Ya ha llegado la hora en que la Madre del Emmanuel debe dar a los hombres el fruto bendito de sus entrañas. El nacimiento de Jesús se cumple en medio de un misterio de pobreza; sin embargo de eso, el cielo no permite que el Niño del pesebre carezca de adoradores. Un ángel se aparece a los pastores de las campiñas de Belén y les invita a ir a la cuna del recién nacido. Está acompañado de un inmenso número de espíritus celestiales que cantan: "Gloria a Dios y paz a los hombres." ¿Quién es este ángel que habla a los pastores, y cuya corte parece estar formada por los otros ángeles que le acompañan? Graves doctores católicos nos enseñan que este ángel es Gabriel que así continúa su ministerio de mensajero de la buena nueva.
EN GETSEMANÍ... — Finalmente, cuando Jesús en el huerto de Getsemaní, la hora precedente a su pasión, experimenta en su humanidad una angustia terrible, un ángel aparece junto a El, no sólo como testigo de su cruel agonía, sino también para fortificar su valor. ¿Quién es este ángel cuyo nombre no nos ha dejado el Evangelio? Hombres piadosos y sabios han afirmado que aquí también se refiere al ángel Gabriel.
SU NOMBRE. — Tales son los títulos del Arcángel que reclaman los homenajes de los cristianos; tales son los rasgos por los cuales justifica su hermoso nombre de "Fuerza de Dios." En efecto, Dios le ha asociado a" todas las fases de la gran obra en la que El ha manifestado de modo especial su poder; pues Jesucristo hasta en la Cruz, como nos dice el Apóstol, es la Fuerza de Dios.
Gabriel y e l Mesías . — Gabriel interviene pues, a cada instante para preparar el camino del Señor. Anuncia en primer lugar la época precisa de su venida; en Ja~ plenitud de los tiempos viene a revelar el nacimiento de Juan Bautista; más tarde asiste como testigo celestial en él misterio .del Verbo hecho carne; a su voz los pastores de Belén, primicias de la Iglesia, van a adorar al hijo de Dios; y cuando la humanidad de Cristo en su agonía necesita el auxilio de una mano mortal, Gabriel se encuentra en el jardín de los dolores como ya se habia aparecido en Nazaret y Belén.
Alabanza. — El género humano, ¡oh Gabriel te es deudor! Nosotros queremos hoy pagar su deuda de reconocimiento para contigo. De lo alto del cielo considerabas con compasión nuestras desdichas; pues toda carne había corrompido su camino y el olvido de Dios llegaba a ser cada vez más universal en toda la tierra. Entonces recibiste de lo alto la misión de traer a este mundo, que iba a parecer, la buena nueva. ¡Qué hermosos eran tus pasos, oh principe celestial, cuando descendías desde la mansión de la gloria hacia nosotros! ¡Qué tierno y fraternal es tu amor para con el hombre, cuya naturaleza tan inferior a la tuya, va a ser levantada al honor de estar unida con Dios! ¡Con qué respeto te acercaste a la Virgen que sobrepasa en santidad a todas las jerarquías celestiales! ¡Feliz mensajero de nuestra salud! tú a quien el Señor llama cuando quiere desplegar la fuerza de su brazo, dígnate ofrecer el homenaje de nuestra gratitud >a Aquel que te envió. Ayúdanos a pagar nuestra deuda inmensa para con el padre "que amó tanto al mundo que hasta le entregó a su Hijo único'"; para con el Hijo "que se humilló tomando la forma de un esclavo"2; para con el Espíritu Divino "que ha reposado sobre la flor salida del tronco de Jesé"3. Eres el que nos has enseñado el saludo que debemos dirigir a "María llena de gracia". Del cielo has traído esta alabanza incomparable, la has pronunciado el primero; los hijos de la Iglesia, que de ti la han aprendido, la repiten por toda la redondez de la tierra durante el día y la noche; obtén de nuestra gran Reina que jamás la dejemos de nuestros labios.
SÚPLICA.— ¡Amigo de los hombres! Continúa ayudándonos con tu ministerio. Estamos rodeados de enemigos terribles que aumentan su audacia al ver nuestra debilidad. Ven en nuestra ayuda y fortifica nuestro valor. Asiste a los cristianos en este tiempo de conversión y de penitencia: Haznos comprender lo que debemos a Dios por el misterio de la Encarnación cuyo primer testigo fuiste. Hemos olvidado nuestros deberes para con el Hombre-Dios y le hemos ofendido. Enséñanos pues a fin de que seamos fieles a sus mandatos y ejemplos. Eleva nuestros pensamientos hacia la morada que habitas. Ayúdanos a merecer en las filas de tu jerarquía las sillas que los ángeles malos dejaron vacías por su pecado y que están prometidas a los elegidos.
Ruega, oh Gabriel, por la Iglesia militante y defiéndela contra el infierno. Los tiempos son malos; los espíritus malignos están desencadenados, no podemos resistir delante de ellos si el socorro del Señor no viene en nuestra ayuda, por medio de sus ángeles concede El la victoria a su Esposa. Rechaza la herejía, contén el cisma, disipa la falsa sabiduría, confunde la política vana, quita la indiferencia: a fin de que el Cristo, que has anunciado, reine sobre la tierra que El rescató y para que podamos cantar contigo y con toda la milicia celestial "¡Gloria a Dios y paz a los Hombres!"
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