8 de Marzo: SAN JUAN DE DIOS, Confesor
SAN JUAN DE DIOS,
Confesor
n. 8 de marzo de 1495 en Montemor -o- Novo, Portugal;
† 8 de marzo de 1550 en Granada, España
Patrono de enfermos; enfermeros; pacientes con problemas del corazón;
hospitales; personas en trance de muerte; bomberos; libreros;
encuadernadores; editores; impresores. Protector contra las
enfermedades; alcoholismo.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra.
(Mateo 5, 4)
+ En Granada de España, san Juan de Dios, Confesor, que fue Fundador de
la Orden de Hermanos Hospitalarios de los enfermos, e insigne por su
misericordia con los pobres y por el desprecio de sí mismo; a quien el
Sumo Pontífice León XIII declaró celestial Patrono de todos los
hospitales y enfermos.
+ En Nicomedia, san Quintilo, Obispo y Mártir.
+ En África, los santos Mártires Cirilo, Obispo, Rogato, Félix, otro
Rogato, Beata, Herenia, Felícitas, Urbano, Silvano y Mamilo.
+ En Antinoo, ciudad de Egipto, el triunfo de los santos Mártires
Apolonio, Diácono, y Filemón; los cuales, presos y llevados delante del
Juez, como rehusasen constantemente sacrificar a los ídolos, horadados
los calcañales, fueron bárbaramente arrastrados por la ciudad, y, por
último, pasados a cuchillo, consumaron el martirio.
+ En el mismo lugar, el martirio de los santos Ariano,
Presidente,Teórico y otros tres, a quienes el Juez quitó la vida
sumergiéndolos en el mar; pero sus cuerpos fueron, por ministerio de los
delfines, sacados a la playa.
+ En Cartago, san Poncio, que fue Diácono del Obispo san Cipriano, y,
sufriendo con él el destierro hasta la muerte de éste, dejó un excelente
libro de la vida y martirio del mismo, y glorificando siempre al Señor
en sus padecimientos, mereció la corona de la vida.
+ En Toledo de España, la feliz muerte de san Julián, Obispo y Confesor, en santidad y doctrina celebérrimo.
+ En Inglaterra, san Félix, Obispo, que convirtió a la fe los Ingleses orientales.
+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
SAN JUAN DE DIOS,
Confesor
Este santo tenía más avidez de humillación y de menosprecio que la que
tienen los hombres mundanos de honores y distinciones. Un día, una mujer
lo colmó de injurias y lo trató de hipócrita, y él, secretamente, diole
dinero, comprometiéndola a repetir lo dicho en la plaza pública. El
arzobispo de Granada le reprochó, porque recibía en el hospital que
administraba, a vagabundos y a personas poco recomendables; arrojose el
santo a los pies del prelado diciéndole: “No conozco en el hospital a
otro pecador fuera de mí mismo, que soy indigno de comer el pan de los
pobres”. Otro día corrió en todas direcciones sacando enfermos del
hospital, que estaba en llamas, y salió al cabo de una media hora sin la
menor quemadura. De rodillas exhaló su último suspiro, abrazando a
Jesús crucificado, cuya abnegación, mansedumbre y humildad tan bien
había imitado.
MEDITACIÓN
SOBRE LA MANSEDUMBRE
I. Practica la mansedumbre, ahoga con esmero los movimientos incipientes
de la cólera; ¿qué ganas con satisfacer esta violenta pasión, que turba
tu entendimiento y que atormenta a sus servidores y amigos? Acuérdate
de la mansedumbre de Jesucristo. ¡Qué alegría experimentarás por haber
reprimido este arranque! ¡Qué recompensa recibirás si te vences a ti
mismo! Los que triunfan de sí mismos hacen violencia al cielo (San
Cipriano).
II. Practica la suavidad, soportando el mal humor y las imperfecciones
del prójimo. Quieres que te soporten tus defectos; es muy razonable que
uses de igual indulgencia para con los demás. Ese carácter molesto que
reprochas en tu hermano es un defecto de la naturaleza; acaso ella te
trató a ti peor todavía, y te hizo más desagradable para el prójimo.
Examina tus defectos y soportarás fácilmente los de los demás.
III. Practica la mansedumbre soportando que se te menosprecie. ¿Quién
eres tú, en definitiva, para que tanto te cueste soportar desprecios? Tu
nada y tus pecados muy merecido tienen este trato. Si te los conociesen
dirían mucho más. ¿Y qué mal pueden hacerte ante Dios las palabras que
te digan? Más aun, ¿qué corona no merecerías si las sufrieses con
paciencia? Si fueses verdaderamente humilde, nada te costaría sufrir el
desprecio y los malos tratos. La humildad suaviza todas las
tribulaciones (San Eusebio).
La mansedumbre.
Orad por los enfermos.
ORACIÓN
Oh Dios, que después de haber abrasado
con vuestro amor al bienaventurado Juan, lo hicisteis andar sano y salvo
en medio de las llamas y por su intermedio enriquecisteis a vuestra
Iglesia con una nueva familia, haced, en consideración a sus méritos,
que el fuego de su caridad nos purifique de nuestras manchas y nos eleve
hasta la eternidad bienaventurada. Por J. C. N. S.
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