viernes, 29 de octubre de 2021

29 de octubre SAN NARCISO, OBISPO DE JERUSALÉN



 (215 p.C.) - San Narciso era ya muy anciano cuando fue elegido obispo de Jerusalén. Eusebio cuenta que, en su tiempo, los cristianos de Jerusalén recordaban todavía algunos milagros del santo obispo. Por ejemplo, como los diáconos no tuviesen aceite para las lámparas la víspera de la Pascua, Narciso pidió que trajesen agua, se puso en oración y después mandó que la vertiesen en las lámparas. Así lo hicieron, y el agua se transformó en aceite. La veneración que los buenos profesaban a San Narciso, no le libró de los ataques de los malos. En efecto, algunos de ellos, molestos por la severidad con que el santo exigía el cumplimiento de la disciplina, le acusaron de cierto crimen, que Eusebio no especifica. Sin embargo, por más que confirmaron su testimonio pidiendo al cielo que los castigase si no decían la verdad, nadie les creyó; pero San Narciso se sirvió de la calumnia como excusa para retirarse algún tiempo a la soledad, como tanto lo había deseado. Así pues, vivió varios años alejado de su diócesis e ignorado del mundo. A fin de que ésta no sufriese detrimento, los obispos de los alrededores pusieron al frente de ella a Dio, a quien sucedieron Germánico y Gordio. Durante el gobierno de Gordio, se presentó nuevamente San Narciso, como si hubiese resucitado de entre los muertos. Los fieles, muy contentos de que su pastor hubiese regresado, le persuadieron de que tomase de nuevo las riendas de la diócesis, y así lo hizo el santo; pero, sintiéndose ya muy anciano, nombró a San Alejandro por coadjutor suyo (cf. nuestro artículo sobre San Alejandro, 18 de marzo). En una carta que éste escribió poco después del año 212, dice que San Narciso tenía 116 años.

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