(Fecha desconocida) - Cosme y Damián son los más conocidos y los principales en el grupo de santos venerados en el oriente y llamados colectivamente ávapyupoi, "los sin dinero", porque practicaban la medicina, sin aceptar ningún pago ni recompensa de sus pacientes. A pesar de que algunos escritores han afirmado que lograron entresacar de las "actas", fabulosas y sin valor histórico, de estos santos, algunas fragmentos de los originales auténticos, perdidos hace siglos, en opinión del padre Delehaye, "es muy probable que el origen y la verdadera historia de Cosme y Damián no lleguen nunca a ser aclarados por las investigaciones".
Alban Butler resume la esencia de su historia de esta manera: Cosme y Damián eran hermanos gemelos, naturales de Arabia; estudiaron las ciencias en Siria y llegaron a distinguirse por su habilidad en la medicina. Como eran cristianos y estaban impulsados por el santo aliento de la caridad en que se nutre el espíritu de nuestra bendita religión, practicaban su profesión con toda su pericia y notable éxito, pero sin aceptar jamás pago alguno por sus servicios. Vivían en Aegeae, sobre la costa de la bahía de Alejandreta, en Cilicia, donde ambos eran distinguidos por el cariño y el respeto de todo el pueblo a causa de los muchos beneficios que prodigaba entre las gentes su caridad y por el celo con que practicaban la fe cristiana, ya que aprovechaban todas las oportunidades que les brindaba su profesión para difundirla y propagarla. En consecuencia, al comenzar la persecución, resultó imposible que aquellos hermanos de condición tan distinguida, pasasen desapercibidos. Ellos fueron de los primeros en ser aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia y, luego de haber sido sometidos a diversos tormentos, murieron decapitados por la fe. Conducidos sus restos a Siria, quedaron sepultados en Cirrhus, ciudad ésta que llegó a ser el centro principal de su culto y donde las referencias más antiguas sitúan el escenario de su martirio.
Las anécdotas adornan esta sencilla historia con numerosas maravillas. Se dice por ejemplo que, antes de ser decapitados, salieron con bien de varios tipos de ejecución infalibles, como ser arrojados al agua atados a pesadas piedras, ser quemados en hogueras y ser crucificados. Cuando se hallaban clavados en las cruces, la multitud los apedreó, pero los proyectiles, sin tocar el cuerpo de los santos, rebotaron para golpear a los mismos que los arrojaban. Lo mismo sucedió con las flechas disparadas por los arqueros que torcieron su trayectoria e hicieron huir más que de prisa a los tiradores (se cuenta que el mismo caso ocurrió con San Cristóbal y otros mártires). Asimismo dice la leyenda que los tres hermanos de Cosme y Damián, llamados Antimo, Leoncio y Euprepio, sufrieron el martirio al mismo tiempo que los gemelos y sus nombres se mencionan en el Martirologio Romano. Se habla de innumerables milagros, sobre todo curaciones maravillosas, obrados por los mártires después de su muerte y, a veces, los propios santos se aparecieron, en sueños, a los que les imploraban en sus sufrimientos, a fin de curarles inmediatamente. Eso fue lo que sucedió con algunos paganos en el propio templo de Esculapio y Serapis. Entre las personas distinguidas que atribuyeron su curación de males gravísimos a los Santos Cosme y Damián, figuró el emperador Justiniano I, quien visitó la ciudad de Cirrhus especialmente para venerar las reliquias de sus benefactores. A principios del siglo quinto, se levantaron en Constantinopla dos grandes iglesias en honor de los mártires. La basílica que se erigió en Roma, con hermosísimos mosaicos, fue dedicada a los santos, alrededor del año 530. Los Santos Cosme y Damián son nombrados en el canon de la misa y, junto con San Lucas, son los patronos de médicos y cirujanos. Por un error, los cristianos de Bizancio honraron a tres pares de santos con el mismo nombre. "Es necesario saber", dice el Sinaxario de Constantinopla, "que hay tres grupos de márlires con los nombres de Cosme y Damián: dos de Arabia, que fueron decapitados durante la persecución de Dioclcciiuio (17 de octubre), los de Roma, que murieron apedreados en el curso del reinado de Carino (l9 de julio) y los hijos de Teódota, quienes murieron tranquilamente". Sin embargo, todos esos santos son los mismos. Como ya se ha dicho, los médicos honran a Cosme y Damián como sus patronos, lo mismo que a San Pantaleón y a San Lucas. Bienaventurados sean los de esa profesión que traten de imitar a sus patronos y aprovechen las oportunidades de ejercer la caridad que, con tanta frecuencia les ofrece la medicina, y sepan dar alivio corporal, a veces consuelo espiritual y ayuden a los que sufren, con especial generosidad entre los pobres. San Ambrosio, San Basilio y San Bernardo nos han dejado advertencias en contra de un excesivo cuidado por conservar la salud, como una señal de egoísmo y falta de confianza en Dios. Sin embargo, nada hay tan perjudicial para la salud como la falta de cuidados y, si el hombre no es dueño de su vida ni de su salud, está obligado a cuidarlas razonablemente y no a perderlas o perjudicarlas por descuido. Hacer caso omiso de los más simples y comunes socorros que nos brinda la medicina, equivale a transgredir esa norma de caridad que todos nos debemos a nosotros mismos. Los santos que condenaron los tratamientos o métodos de curación difíciles, largos o muy costosos, observaron con cuidado escrupuloso, como lo hizo San Carlos Borromeo, las prescripciones de los médicos en los remedios simples y ordinarios. Pero de cualquier manera, que los cristianos enfermos procuren, en primer lugar la salud de su alma por medio de la penitencia y el ejercicio de la paciencia.
Las diversas versiones de la pasión de estos santos se encuentran catalogadas en el BHG. y el BHL. Los textos impresos en el Acia Sanctorum, sept. vol. VII, ilustran profusamente su carácter fabuloso. En el CMH., pp. 528-529, se hacen referencias al antiquísimo culto de estos santos, lo mismo que en The Legends of the Saints, Les Origines du cuite des Martyrs y otras obras de Fr. Delehaye. Los datos proporcionados por L. Deubner en Kosmas und Damianus (1907), merecen especial atención. Cf. también el Catholic Medical Guardián, octubre de 1923, pp. 92-95, de Fr. Thurston. A Santos Cosme y Damián se les menciona en los preparativos de la misa bizantina.
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