SAN NÉSTOR,
Obispo y Mártir
† crucificado hacia el año 251
Si es preciso gloriarme de alguna cosa, me gloriaré de aquéllas que son propias de mi flaqueza. (2 Corintios 11, 30)
+ En Perga de Panfilia, el triunfo de san Néstor, Obispo; el cual, en la persecución de Decio, suplicando insistentemente a Cristo día y noche que custodiase su grey, fue preso, y luego, por confesar con admirable libertad y alegría el nombre del Señor, fue atormentado cruelmente en el potro, de orden del Presidente Folión, y, por último, protestando constantemente que estaría siempre unido a Cristo, colgado de una cruz voló vencedor al cielo.
+ En la misma ciudad, el suplicio de los santos Papías, Diodoro, Conón y Claudiano, que precedieron a san Néstor en el martirio.
También los santos Mártires Fortunato, Félix y otros veintisiete.
+ En Alejandría, san Alejandro, Obispo, glorioso anciano, sucesor de san Pedro, Obispo de la misma ciudad, que, inflamado en el celo de la fe, arrojó de la Iglesia a su Presbítero Arrio, contaminado con la herética impiedad y convencido con la verdad divina; después, entre los trescientos dieciocho Padres del Concilio Niceno, condenó a dicho heresiarca.
+ En Bolonia, san Faustiniano, Obispo; el cual, con la virtud de su predicación, confirmó y acrecentó aquella Iglesia, vejada por la persecución de Dioclecianó.
+ En Gaza de Palestina, san Porfirio, Obispo, que, imperando Arcadio, echó por tierra el ídolo Marna y su templo, y, después de muchos tormentos, descansó en el Señor.
+ En Florencia, san Andrés, Obispo y Confesor.
+ En territorio de Arcis, en Francia, san Víctor, Confesor, cuyas alabanzas escribió san Bernardo.
+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
SAN NÉSTOR,
Obispo y Mártir
Como supiese San Néstor que se le buscaba para ser martirizado, dijo adiós a todos sus servidores y se presentó a los soldados que iban a prenderlo. Le prometieron hacerle sumo sacerdote de los ídolos, si quería renunciar a la fe. Mas prefirió el oprobio de la cruz a todos los honores de la gentilidad. Se le extendió en el potro y se le puso en una cruz; en todas partes alababa a Dios, e invitaba a los demás a que lo reconocieran y lo adoraran con él.
MEDITACIÓN SOBRE LA VERDADERA GLORIA
I. Cristiano, ¿en qué haces consistir la verdadera gloria? Si tienes el espíritu del mundo, me responderás: “La verdadera gloria consiste en las riquezas, en las dignidades, en los honores, en el saber”. Para adquirir esta falsa reputación, expónense los bienes, la salud, la vida, el alma. ¿Para qué te servirá esta gloria después de la muerte? ¿Qué importa a los condenados que los alaben donde ya no están, si son torturados donde están? (San Agustín).
II. La verdadera gloria procede de Dios; servir a un tan grande Señor es ya ser rey. ¡Qué dicha contar con la aprobación de Dios y de la corte celestial y esto por toda una eternidad! Además, ¿qué gloria humana puede compararse con la que los santos reciben aquí abajo durante su vida y después de su muerte y con la que gozan en el cielo? Ambicioso, he aquí algo con qué contentarte: el mundo no tiene sino un falso esplendor, Jesucristo tiene para ti honores y recompensas sólidas y eternas; búscalos, si amas la gloria. Si nos seducen las riquezas y los honores, que sean las verdaderas riquezas y los verdaderos honores (San Euquerio).
III. Para adquirir esta gloria es preciso despreciar la del mundo, es menester hacer grandes cosas y soportar grandes sufrimientos por Jesucristo. He ahí los tres grados por donde se ha de subir a la gloria. ¿Has despreciado tú la gloria del mundo? ¿Qué cosa grande has emprendido por Jesucristo? ¿Qué has sufrido? Comienza por las cosas pequeñas: no te faltarán ocasiones, no faltes tú mismo en las ocasiones.
La humildad.
Orad por el acrecentamiento de esta virtud.
ORACIÓN
Dios todopoderoso, mirad nuestra flaqueza; ved cuán agobiados estamos bajo el peso de nuestros pecados, y fortificadnos por la intercesión del bienaventurado Néstor, vuestro mártir y pontífice. Por J. C. N. S.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.
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