Francisco nació hacia 1416 en Paula, pequeña ciudad de Calabria. Sus padres eran humildes e industriosos y ponían todo su empeño en amar y servir a Dios. Como no tenían hijos después de varios años de matrimonio, pidieron ardientemente a Dios que les concediese uno que, al nacer, recibió el nombre de Francisco en honor del "Poverello" de Asís, a cuya intercesión se había acudido especialmente. A los trece años de edad, Francisco entró en la escuela del convento franciscano de San Marcos, donde aprendió a leer y empezó a practicar las austeras virtudes en que había de distinguirse durante toda su vida. Aunque no estaba obligado a seguir las reglas de la orden, casi sobrepasaba a los religiosos en la observancia, a pesar de su tierna edad. Al cabo de un año, acompañó a sus padres en una peregrinación a Asís y a Roma. A la vuelta, obtuvo permiso para retirarse a un sitio que distaba unos dos kilómetros de Paula y más tarde, a una cueva a la orilla del mar. Cuando tenía veinte años, se le reunieron otros dos compañeros. Los vecinos les construyeron tres celdas y una capilla, en la que cantaban las divinas alabanzas y un sacerdote de la iglesia más próxima les celebraba la misa.
El año de 1436 se considera como el de la fundación de la congregación. Unos diecisiete años más tarde, cuando el número de discípulos había ya aumentado, el arzobispo de Cosenza les permitió construir un monasterio en el mismo sitio. El pueblo quería tanto a los religiosos, que todos los vecinos ayudaron en la construcción. Se cuenta que San Francisco obró varios milagros cuando se levantaba el edificio; uno o dos de ellos constan en el proceso de canonización. Cuando el nuevo convento quedó terminado, el santo se consagró enteramente a establecer la disciplina regular en la comunidad, en la que precedía a todos con su austero ejemplo. Aunque su lecho ya no era la dura roca, no pasaba de ser una tabla o el piso de la celda; una piedra le servía de almohada. La penitencia, la caridad y la humildad formaban la base de sus reglas. San Francisco escogió la caridad como lema de su congregación e inculcaba constantemente a sus religiosos la humildad. Además de los tres votos ordinarios, impuso a sus discípulos la obligación de observar una cuaresma perpetua, con abstinencia de carne, huevos y alimentos lácteos. El santo consideraba el ayuno como el camino real para la conquista de sí mismo; deplorando la mitigación de la estricta regla cuaresmal que la Iglesia se había visto obligada a conceder, esperaba que la abstinencia que practicaban sus religiosos serviría de ejemplo y de reparación por la tibieza de tantos cristianos.
Además del don de milagros, San Francisco poseía también el de profecía. Escribiendo al Papa León X sobre la futura canonización de Francisco de Paula, el obispo de Grénoble (tío de Bayardo, "el caballero sin miedo y sin tacha") decía: "Santísimo Padre, Francisco me reveló muchas cosas que sólo Dios y yo conocemos". El Papa Pablo II envió un delegado a Calabria para que investigara las maravillas que se contaban del santo. Al ver llegar al visitante, San Francisco, que estaba ocupado con los obreros en la construcción de la iglesia, los dejó al punto para salir a su encuentro. El delegado papal trató de besarle las manos; en vez de permitirlo, el santo protestó que a él era a quien correspondía besar aquellas manos santificadas por treinta años de celebrar el santo sacrificio. Sorprendido el delegado al ver que Francisco sabía exactamente cuánto tiempo hacía que había recibido la ordenación, le pidió una entrevista, sin revelarle su verdadera misión. Siguió al santo al interior de la clausura y habló con elocuencia de los peligros de la singularidad y manifestó que la regla del convento, le parecía demasiado austera para la naturaleza humana. El santo I rato de defender la regla para demostrar al delegado lo que la gracia era capaz de hacer soportar a quienes estaban decididos a servir a Dios, sacó del fuego unos carbones ardientes y los tuvo en sus manos varios minutos, sin recibir la menor quemadura. Digamos de paso que existen muchos otros ejemplos de la inmunidad ilc que gozaba el santo respecto del fuego. El delegado papal volvió a Roma lleno <lc veneración por el siervo de Dios, y la nueva familia religiosa recibió la aprobación pontificia en 1474. En aquella época, casi todos los miembros de la comunidad carecían de instrucción y sólo había un sacerdote entre ellos. El pueblo los Humaba "los ermitaños de San Francisco de Asís". En 1492, a instancias del fundador, que quería que sus religiosos fuesen los más pequeños en la mansión del Señor, adoptaron el nombre de "mínimos".
San Francisco de Paula hizo varías fundaciones en el sur de Italia y en 'Mrilia. Vi rey Fernando de Ñapóles, molesto por ¡as severas amonestaciones que tanto él como sus dos hijos habían recibido del santo, dio la orden de arrestarle y conducirle a Ñapóles. El encargado de ejecutar el mandato real quedó tan impresionado por la personalidad y humildad de San Francisco, que volvió a la corte sin el prisionero y persuadió al rey a que le dejase en paz. A decir verdad, ya en aquella época toda Italia celebraba a Francisco de Paula como santo, profeta y taumaturgo.
En 1481, Luis XI de Francia estaba agonizando lentamente a resultas de un ataque de apoplejía. El amor por la vida y el terror a la muerte de aquel rrionarca eran verdaderamente excepcionales; la enfermedad le había vuelto tan impaciente e irritable, que nadie se atrevía a acercársele. Dándose cuenta de que su estado empeoraba, el rey ordenó que trajesen a la corte a San Francisco, prometiéndole que el monarca apoyaría su congregación. Como el santo se negase a ir, Luis XI recurrió al Papa Sixto IV, quien ordenó a Francisco ir a la corte. San Francisco se puso inmediatamente en camino; el rey regaló diez rnil coronas al heraldo que anunció la- llegada del siervo de Dios y envió al delfín a escoltarle a Plessis-les-Tours. Luis XI se arrodilló ante San Francisco y le rogó que le devolviese la salud. El santo replicó que las vidas de los reyes están en las manos de Dios y tienen un límite, como la del resto de los mortales y que a El era a quien había que dirigir las súplicas. Muchos nobles acudieron a ver a San Francisco. Aunque era éste un hombre sin instrucción, Felipe de Commines, que tuvo ocasión de escucharle varias veces, escribió que la sabiduría de sus palabras demostraba que el Espíritu Santo hablaba por su boca. La oración y el ejemplo del siervo de Dios cambiaron el corazón del monarca, quien murió .con gran resignación en brazos de Francisco. Carlos VIII honró al santo, tanto como su padre y le consultaba en todos los asuntos de conciencia y aun de Estado. Igualmente construyó un convento de la congregación en el parque de Plessis y otro en Amboise, en el sitio en que había encontrado a San Francisco por primera vez. Además, construyó en Roma el monasterio de Santa Trinita dei Monte, en el Pinicio, donde sólo se admitía a los franceses.
San Francisco pasó veinticinco años en Francia y murió en ese país. El Domingo de Ramos de 1507 cayó enfermo y el Jueves Santo, reunió a sus hermanos y los exhortó al amor de Dios, a la práctica de la caridad y a la observancia de las reglas. En seguida recibió el Viático, descalzo y con una cuerda al cuello, según la costumbre de su congregación. Murió al día siguiente, Viernes Santo, a los noventa y un años de edad. Su canonización tuvo lugar en 1519.
San Francisco compuso para su religiosos las reglas y un "correctorium" o método de imponer penitencias. Igualmente redactó un ceremonial, unas reglas para religiosas y otras para las personas que vivían en el mundo. En la actualidad se ha reducido el número de los "mínimos" y apenas se encuentran fuera de Italia.
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